Una Triste Realidad

 

 

“Una triste realidad” con esta frase quiero referirme de manera breve al efecto o resultados del divorcio, aunque es probable que usted ya conozca esto. El divorcio es una triste realidad y uno de los peores problemas en nuestra sociedad. Una realidad que como un cáncer simplemente va destruyéndolo todo.

 

Le pido que por favor vea los siguientes estudios hechos por instancias de gobierno: 84% de los jóvenes tratados por psiquiatras, vienen de hogares de padres divorciados. 75% de los jóvenes que cometen suicidio, vienen de hogares destruidos. 35% de los hogares sin padre, tienen adolescentes adictos a las drogas. El departamento de justicia de los Estados Unidos reveló que en sus cárceles, el 72% de asesinos, el 60% de violadores y el 70% de criminales provienen de hogares en los que el padre los abandonó. Es verdad que estos son solo números, pero números que hablan de una realidad triste y dolorosa, y creo que estos números se quedan cortos, tan solo vea a su alrededor.

 

Esta realidad se ha visto reflejada, además, en aquellos que profesan la fe cristiana, al grado que algunos en el mundo evangélico consideran el divorcio como una “pesadilla en el pueblo cristiano.” Pero creo importante reflexionar el hecho de cómo esto ha llegado a ocurrir. Pues como señala el psicólogo, en el rompimiento de la elación, ocurre un proceso en distintas etapas. Una primera donde todo ocurre hasta cierto punto con cierta armonía y donde se procura el cuidado de los hijos. Pero luego puede verse una segunda etapa donde la pareja se encuentra en los juzgados luchando por ganar y dañar a la parte contraria, es muy probable que en este tiempo ninguno de los dos piense en los hijos.

 

 

Creo que esta imagen nos describe un poco lo que ha sucedido en la iglesia, y como la mentalidad de la iglesia llegó a cambiar. Una primera etapa nos dice; que había un tiempo en la iglesia cuando el divorcio en cualquiera de sus manifestaciones no era bien visto. Recuerdo el tiempo en el que llegué a la iglesia, había inquietud entre los hermanos al ver una familia en estas condiciones. Hace tan solo unas décadas, podemos recordar, que se le veía como una tragedia cuando esto ocurría. Era un tiempo en el que al divorcio se le consideraba como algo “malo.”

 

Una segunda etapa nos muestra que esto cambió radicalmente, podemos ver cada vez más parejas que se divorciaron y se volvieron a casar. Pero el propósito de estas palabras, no son para señalar a los que están separados, ni aquellos que se volvieron a unir, sino mas bien el de reflexionar en como la manera de ver o de pensar de la iglesia sufrió un cambio. Ahora la iglesia ya no se extraña, ya no se escandaliza, de algo “malo,” y ha llegado a verlo como algo “normal.” La pregunta es ¿Cómo ocurrió esto? Usted estará de acuerdo cuando digo, que son varios factores para que esto haya ocurrido. La opinión de muchos es que uno de los factores que más ha influido para que las parejas se estén separando y uniendo de nuevo, es porque lo pueden ver en algunos de aquellos que sirven como evangelistas, pastores o maestros etc.

 

 

Hoy al hablar del tema en la iglesia, para muchos es ofensivo. A veces la actitud es de “no critiques” “no hables mal del hermano (a), “no juzgues.” Considero que no se trata de “juzgar” sino más bien de reflexionar acerca de cómo es que ocurren estos cambios en la iglesia. Lo cierto es que ocurren cambios en cada generación. Estos cambios a veces influyen de manera positiva y otras no tanto porque en muchos casos ha llevado a algunos a la apostasía.

 

 

¿Y que mas veremos en el futuro? No lo sabemos, pero oremos porque lo que venga, sirva para que cada cristiano, hombre o mujer, pueda mejorar y madure en su servicio a Dios.